De Nazaret hacia una maternidad universal

A pesar de que las condiciones de vida en que se desarrollaba la vida de la sagrada familia era la de un pequeño pueblo rural - " ¿de Nazaret puede salir algo bueno"? - el horizonte de María pronto va a superar Nazaret.

A pocos kilómetros, Séforis, ciudad romana de Galilea

Séforis, la capital de Galilea romana, distaba sólo unos pocos kilómetros de Nazaret. Allí, probablemente, José trabajaba en la reconstrucción de la ciudad. Allí, María debía ir de vez en cuando el mercado. Allí, Jesús entró en contacto con una ciudad romana, con su teatro, sus casas y bancos. Una nueva cultura, la del ocupante extranjero, se desplegó ante sus ojos.

Él la recordará cuando pronuncie sus parábolas: el banquero y el juez (que pudo haber conocido en Séforis) estarán en presentes en ellas en buena medida.

Jerusalén, lugar de tres peregrinaciones anuales.

A la edad de doce años, Jesús fue al templo de Jerusalén para cumplir con su Bar Mitzvá, para convertirse en "hijo del mandamiento", como cualquier joven judío. Discutió con los doctores que admiraban su mente despierta. Descubrió el templo con sus sacerdotes, sus comerciantes y su multitud abigarrada y ruidosa. José habría recitado la tradicional bendición: "Bendito seas Señor que me has librado de la responsabilidad de este niño."

A sus padres que le buscaban desde hacía tres días, Jesús respondió que debería ocuparse de los asuntos de su Padre. María aunque no lo entendía, guardaba todo en su corazón.

De Caná de Galilea, al Calvario en Jerusalén

Al pie de la cruz, Jesús moribundo se dirige a su madre para confiarle el discípulo amado: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19,26).
Aquí, como en Caná de Galilea (Jn 2, 4), para dirigirse a ella, Jesús usa el vocativo de "mujer".
"Mujer" representa al pueblo de Israel, del que Jesús salió.
"Mujer" simboliza al mismo tiempo el nuevo Israel, del que María expresa el ser más profundo por consejo de lealtad a las palabras de Jesús que ella prodiga a los servidores.
"Mujer" es también la nueva Eva. En el momento de la glorificación, el Crucificado aplasta la cabeza de la antigua serpiente. Y como la primera mujer había sido asociada a la obra de la muerte, la madre de Jesús es asociada a los trabajos de la Vida.

Jesús entrega a la mujer el discípulo como hijo, y a partir de ese día la llevará a vivir con él en su casa (Jn 19, 26.27), es decir, en su propia propiedad que le constituye en discípulo: la herencia de Jesús, la fe, el amor, todo el espacio del Espíritu en el cual él vive.Nazareth.


Frédéric Manns