LIBANO, TIERRA BÍBLICA DE LA BIENAMADA

María y Líbano, dos términos que la Biblia ya unió.

Antes de ser cristiano, Líbano es el único país en el mundo que mereció por su belleza y sus encantos servir de término de comparación a la más bella de las criaturas: una vez ya cristiano vino a ser tierra de elección de la Santísima Virgen y el culto especial que jamás ha dejado de ofrecerle ha sido la mejor salvaguardia de su fe.

Para expresar su devoción a la Virgen, el pueblo cristiano, junto a la liturgia oficial con un idioma que ya no estaba del todo a su alcance, usó el idioma árabe, idioma popular en una multiplicidad de oraciones e himnos.

Un escritor libanés a quien se pedía, con motivo de la declaración de independencia del Líbano tras la primera guerra mundial, que compusiera un himno nacional, se negó diciendo: este himno ya existe: “Bondadosa Madre de Dios”. Él se refería al himno que se canta en el momento de la bendición con la imagen de María, un himno que ningún libanés de la sierra desconoce.

Esto explica cuán arraigada está la devoción a María en el corazón del cristiano libanés. El mismo escritor escoge como símbolo de Líbano la iglesia del pueblo, muchas veces dedicada a María y en cuyo patio se yergue un roble fuerte y secular.

El himno “Bondadosa Madre de Dios”

Bondadosa Madre de Dios, tesoro de misericordia y gracia,

Eres nuestro refugio y nuestra esperanza,

Protégenos, Oh María, y ten piedad de nuestros difuntos.

Aunque estés físicamente lejos de nosotros, Oh Virgen Madre,

Tu intercesión nos acompaña y nos guarda.

De Quien te elevó por encima de toda criatura,

encarnándose en ti,

Obtén para los pecadores el perdón para siempre jamás.

Eres nuestra madre y nuestra esperanza, nuestra gloria y nuestro refugio,

Intercede por nosotros ante tu Hijo,

Para que nos perdone nuestros pecados por su misericordia.

No nos abandones, oh bondadosa madre, oh llena de gracia

Salva a todos tus siervos,

Para que te agradezcamos siempre.

La oración a Nuestra Señora de los Dolores

Más conmovedora es aun la oración a Nuestra Señora de los Dolores que cierra el oficio de la Semana.

En las parroquias de la sierra, la semana es una verdadera semana de retiro: el oficio de la Pasión se canta ahí todas las noches en la iglesia y todos los fieles se obligan a participar en él, antes perderían la misa del domingo que este oficio.

Durante más de una hora, escuchan cantar himnos cuyas palabras ya no entienden pero cuya música monótona y triste incita al recogimiento. Las lecturas hechas en idioma árabe se intercalan durante el oficio, preparado por la música, el corazón se deja empapar por las palabras de los libros santos, es instruido y conmovido y al final de la ceremonia, eleva la voz para compadecer los dolores de la Madre de Dios, en un idioma que él comprende, en estrofas cuyo origen nadie conoce exactamente y una música que expresa perfectamente los sentimientos del alma del pueblo.

Toda la muchedumbre canta: hombres, mujeres, niños, los intelectuales más reticentes no resisten frente este fervor, ya no notan los defectos de un idioma llorón y pobre ni los de un texto con un realismo excesivo y a veces falto de buen gusto, sin embargo se unen con la oración colectiva que llena los corazones en la noche.

La letra de esos himnos recuerda el ”Stabat mater”; quien lo redactó, quien compuso la música, no sé si algún día lo descubrirá, pasa con esta ceremonia igual que con esas obras en que toda la colectividad puso lo más profundo de su alma: quienquiera sea su autor, este himno nos es más que un símbolo, es, por cierto, el hijo de este pueblo que penetra en la intimidad de María con un cariño y una sencillez que uno guarda en lo más íntimo sólo respecto a su madre.

La Virgen es la verdadera educadora de este pueblo.

Los santuarios marianos de Líbano

Cuando se ha visto a este pueblo rezando a María tan íntimamente y con tanta unanimidad, ya no se extraña uno al verle edificar tantos santuarios en su honor.

En Líbano María se venera con todas las advocaciones: Nuestra Señora de las Gracias, Nuestra Señora de los Dones, Nuestra Señora de la Guarda, Nuestra Señora de la Liberación, Nuestra Señora Consolata, Nuestra Señora de los Dolores…

Por todas partes es venerada: Nuestra Señora del Campo, Nuestra Señora del Bosque, Nuestra Señora de la Colina, Nuestra Señora de la Fuente, Nuestra Señora de Líbano.

Escasos son los pueblos que no tienen una capilla de la Virgen, por las carreteras, en cada una de las paradas de antaño, se yergue un altarcito donde se expone un icono de la Santísima.

Ninguna capilla, como el conjunto de los santuarios libaneses, es notable por su arquitectura: una cristiandad perseguida durante mucho tiempo, sólo se preocupa por conservar la fe.

Nuestra Señora de Quanoubin en el valle de Nuestra Señora de Ilige en la sierra de Batroum, residencia de los patriarcas maronitas simboliza la lucha sucesiva del pueblo por su fe.

Nuestra Señora de Bzomar es protectora de la comunidad armenia católica y señal de su apego a la Santa Sede. El icono venerado en la residencia patriarcal del Charfeh fue la compañera de exilio del primer patriarca de la comunidad siria católica.

Otros santuarios son famosos: Nuestra Señora de la Guarda en Líbano del Sur, Nuestra Señora del Fuerte y Nuestra Señora de la Fortaleza en Líbano Norte, nombrada así con razón pues es la fuerza de la población más valerosa de la cristiandad libanesa que tiene en una mano el rosario y en la otra un instrumento de defensa.

En las dos fronteras, una María fuerte para protegerle. Entre los santuarios marianos de Líbano, dos tuvieron un resplandor extraordinario. Se convirtieron en peregrinaciones nacionales. Estos son Nuestra Señora de la liberación en Bikfaya y Nuestra Señora de Líbano en Harissa.

El culto a la Virgen María es muy profundo entre los libaneses; pueden ceder en todas las cosas pero al tratarse de renunciar al culto a la Santísima Virgen un vínculo fortísimo se los impide y tienen, además, la esperanza de que este lazo les mantendrá unidos a Ella por siempre.

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Revista Notre Dame de France, n°4, 1 septiembre, 2002.